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Etiqueta ambiental alimentaria
La Comisión Europea está trabajando para unificar los etiquetados ambientales y conseguir que los consumidores puedan elegir los alimentos con menor impacto en el planeta.
Las etiquetas medioambientales se han convertido en un argumento de peso para los compradores. Europa, que aún no ha regulado estos distintivos, quiere imponer un sistema homogéneo en todos los países. Eco-score, Enviroscore y Planet-score son las más avanzadas hasta el momento y la normativa urge, ya su ausencia fomenta la aparición de sellos basados en criterios poco rigurosos derivados de intereses egoístas.
Los fabricantes no son ajenos a esta tendencia y conscientes de que la sostenibilidad es un excelente argumento de venta, deciden destacar este aspecto a través de sellos y etiquetas ambientales, lo que está generando una explosión de este tipo de mensajes, algunos fundamentados en criterios rigurosos, certificados por terceros independientes, y otros mucho más cuestionables, fruto de un simple reclamo de marketing engañoso o greenwashing. La Comisión Europea (CE) informa que hay más de 200 etiquetas medioambientales activas en la Unión Europea y más de 450 en todo el mundo, según cifras de 2020.
Para atajar el greenwashing, el Pacto Verde Europeo establece que las organizaciones que manifiesten su vocación verde deben justificarla a través de un estándar que evalúe con rigor su impacto ambiental.
Protección del consumidor
La Propuesta de Directiva Europea referida a la protección de los consumidores referida a la transición ecológica de julio de 2022 prohíbe la realización de afirmaciones ambientales vagas y genéricas, tales como “respetuoso con el medio ambiente”, “eco” o “verde”, cuando no se pueda demostrar con evidencia certificada el desempeño ambiental del producto, fabricante o comercializador. También prohíbe las etiquetas de sostenibilidad voluntarias que no se estén verificadas por un tercero acreditado ni hayan sido establecidas por las autoridades.
Pacto Verde Europeo
En el sector alimentario, la estrategia ‘De la granja a la mesa, del Pacto Verde Europeo, indica que “la Comisión estudiará formas de armonizar las declaraciones ecológicas voluntarias y la creación de un marco de etiquetado sostenible que abarque, en sinergia con otras iniciativas pertinentes, los aspectos nutricionales, climáticos, medioambientales y sociales de los productos alimenticios”.
La estrategia, por tanto, se enfrenta a un doble reto. Por un lado, no solo debe determinarse el impacto ambiental de los productos alimentarios con la finalidad de que los agentes de la cadena de valor agroalimentaria lo reduzcan y, por otro, debe comunicarse de forma clara, sencilla y estandarizada para facilitar a los consumidores la toma de decisiones en función de criterios sostenibles.
Huella Ambiental de Producto (HAP)
La CE puso en marcha en 2020 la consulta pública para la fundamentación de las alegaciones medioambientales con el objetivo de determinar qué metodología habría de seguirse para lograr que etiquetas fueran fiables, comparables y verificables en toda la UE. La consulta puso de manifiesto que la Huella Ambiental del Producto (HAP o PEF, Product Environmental Footprint) es una herramienta eficaz para orientar las elecciones hacia alternativas más respetuosas con el medio ambiente.
Este modelo calcula el impacto ambiental de un producto con un análisis de su ciclo de vida (ACV), que no debe confundirse con la huella de carbono, desde la extracción de las materias primas, a través de la producción y el uso, hasta la gestión de los residuos que el producto va dejando durante su proceso de producción.
Para conseguir este cálculo, hay que tener en cuenta 16 categorías de impacto, tales como el cambio climático, la escasez de agua o el uso de recursos fósiles. Este modelo está perfectamente armonizado, lo que permite la comparación de productos de una misma categoría en toda la UE, aunque todavía hay unas pocas para las que se hayan definido criterios de cálculo. Además, tiene otros inconvenientes, especialmente para el sector agroalimentario, cuyos diferentes sistemas de producción son difíciles de estandarizar actualmente.
La Huella Ambiental del Producto prioriza la eficiencia en toda la cadena de producción, pero no evidencia aún algunas de las interacciones con el entorno o impactos positivos que puedan tener las producciones primarias extensivas u orgánicas por falta de consenso en el modelo, algo que es lógico en los primeros pasos de la normalización. También son reconocidas sus limitaciones en la medición de aspectos como la toxicidad humana por el uso de pesticidas o del impacto en biodiversidad, pero también es algo normal en los procesos de estandarización.
El futuro de la etiqueta ambiental
Aunque el etiquetado que fije la Comisión Europea esté basado en la huella ambiental, es previsible que tengan que incorporarse otros criterios adicionales para una correcta evaluación del impacto de los alimentos y su alineación con la estrategia “De la granja a la mesa”, que recoge un larga lista de acciones, entre las que están la reducción del uso de pesticidas, el control de los fertilizantes y de los LMR (Límite Máximo de Residuo), la potenciación del consumo de productos ecológicos, la minimización del uso de antibióticos, la aportación de la cadena logística o la trazabilidad.
Por el momento, Europa no ha elegido el modelo de etiqueta que normalizará. Los expertos hablan de que la etiqueta que llegará en los próximos años combinará aspectos de las tres y añadirá algún matiz o valoración. Además, faltaría también integrar en el etiquetado cuestiones como el impacto social o el bienestar animal para proporcionar una visión completa de la sostenibilidad del producto, lo que lleva a la etiqueta o pasaporte digital debido a la cantidad de información que habría que incluir.
En cualquier caso, los modelos disponibles tienen sus partes positivas y negativas, por lo que es probable que se den evoluciones en todos ellos o aparezcan otros hasta llegar al etiquetado que se prevalezca. Sin embargo, los consumidores exigen ya una información ambiental más completa, transparente y veraz de los productos que compran, alejada de las prácticas de greenwashing que se están dando en muchas empresas. Por ello, es necesario seguir avanzando en la transparencia ambiental con etiquetados independientes y claros, y, aunque en progreso de mejora, es lo recomendable para que la producción y consumo de alimentos sea cada vez más sostenible.
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