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En la vida diaria de la empresa solemos encontrar un problema que está más extendido de lo que pensamos. Nos referimos a los malos entendidos, la comunicación incompleta, la falta de interiorización… todos ellos problemas que tienen como base una mala comunicación.
Hablamos de comunicación en sentido amplio, pero dentro de esto existen varios niveles en función de lo que conseguimos con ella, algo que es, casi al 100%, resultado de cómo comunicamos.
El nivel más bajo sería una simple exposición, es decir, el simple hecho de contar algo como si se tratara de una sinopsis de una película de cine, casi como leer una diapositiva en una presentación, algo completamente informativo, neutro y sin valor para el receptor del mensaje.
En un segundo nivel se podría hablar de comunicar. En este sentido, el mensaje comienza a ser recibido con más connotaciones, acertadas o no, por parte del receptor. Desde este nivel, el mensaje que transmitimos comienza a tener efecto sobre los receptores, aunque normalmente, no hasta el punto que debería.
El punto álgido se encuentra cuando conseguimos transmitir un mensaje tal como nosotros lo tenemos interiorizado de forma que el receptor lo interiorice de la misma forma y manera, sin interpretaciones.
A pesar de lo que pueda parecer, una comunicación eficaz es algo que puede repercutir directamente en los resultados de una organización ya que es la base para todo. Es una de las virtudes fundamentales de un líder el transmitir exactamente lo que quiere de forma que consiga exactamente el resultado que busca en las personas, del departamento que sea, obteniendo la interiorización e implicación de los demás.
Recordemos que en artículos anteriores hablábamos de que el liderazgo “es la capacidad de hacer que los demás deseen hacer lo que tú quieres que hagan” y no de dar a conocer o reflejar una instrucción, norma u orden.
Existen personas con una habilidad comunicativa innata que consiguen captar la atención y hacer que su mensaje sea interiorizado sin demasiado esfuerzo. Otras, en cambio han de tener presentes algunas reglas básicas y practicar en esa línea para conseguirlo:
- Tener claro el mensaje a transmitir y el objetivo de la comunicación: por bien que lo hagamos, si el mensaje no es completo, no habrá servido de nada. Para esto es bueno interiorizar checklist de aquello que queremos transmitir, incluso reforzar el final del mensaje con este resumen.
- Ha de ser concreto y escueto. Podemos hacer la prueba. Al final de una conferencia que nos interese, nos habremos quedado con aproximadamente un 10% del total. Por este motivo, porque la atención de las personas no dura eternamente, es fundamental que el mensaje se centre en lo importante.
- El mensaje ha de estar estructurado y priorizado. Si todo es importante, nada es importante. Todo el mensaje ha de girar en torno a una idea principal de la que se desglosan las demás, es decir, el mensaje se articula en forma de esquema y así lo debemos transmitir.
- La comunicación verbal no lo es todo. De hecho, es solo un 7% del total de la comunicación desde el punto de vista del receptor. La parte realmente importante es el tono con el que se transmite, que representa un 38% y el lenguaje no verbal, que supone un 57% de aquello que transmitimos. Para que lo entendamos, no es igual que un gerente sentado, con la mirada baja y la mano en la frente comunique los problemas por los que pasa la empresa a que el gerente, en pie, firme, con la mirada alta y gesticulando de forma apropiada comunique a sus empleados los retos y formas de afrontarlos por los que pasa la el equipo.
La comunicación es fundamental a la hora de que todos los integrantes de una empresa conozcan la estrategia, las acciones y los objetivos, como ya hablábamos en el artículo “La importancia de transmitir la estrategia a toda la organización” y en que hablábamos sobre el clima laboral y el liderazgo.
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